(Publicado en www.panoramacatolico.com, Panamá, los días 28 de junio, 5 y 12 de julio de 2015, en la Columna de Justicia y Paz, página 14).
“Alabado seas, mi Señor”. Así comienza la encíclica ecológica del
Papa Francisco, inspirado en el cántico de San Francisco de Asís a todas las
criaturas. En esta ocasión es un llamado urgente a todos los habitantes del
planeta, debido al deterioro ambiental global de nuestro tiempo.
Francisco, en el No. 15, señala
que “esta Carta encíclica… se agrega al Magisterio social de la Iglesia”; por
lo que la Comisión de Justicia y Paz, compartirá a partir de ahora en este
espacio y en los demás medios de comunicación disponibles, aquellos aspectos
más relevantes del documento.
Una mirada general de la
encíclica nos lleva a reflexionar sobre el desafío urgente de proteger “nuestra
casa común”, la necesidad de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un
desarrollo sostenible e integral; a impulsar un nuevo diálogo sobre el modo
como estamos construyendo el futuro del planeta; y a pensar en una solidaridad
universal nueva para reparar el daño causado por el abuso humano a la creación
de Dios.
He aquí los ejes que atraviesan
toda la encíclica: la relación íntima entre los pobres y la fragilidad del
planeta, la convicción de que en el mundo todo está conectado, la crítica al
nuevo paradigma y al poder de la tecnología, la invitación a buscar otros modos
de entender la economía y el progreso, el valor propio de cada criatura, el
sentido humano de la ecología, la necesidad de debates sinceros y honestos, la
grave responsabilidad de la política internacional y local, la cultura del
descarte y la propuesta de un nuevo estilo de vida.
1. ¿QUÉ ESTÁ PASANDO?
La encíclica Laudato si, nos lleva en su primera parte a
hacer un profundo análisis de lo que está pasando actualmente en nuestro
planeta. Temas como el calentamiento global, la contaminación, la basura y la
cultura del descarte, la cuestión del agua, la pérdida de biodiversidad, el deterioro
de la calidad de la vida humana, la decadencia social y la inequidad planetaria;
son sólo algunas de las preocupaciones más importantes.
Hay problemas globales como el
cambio climático que ameritan respuestas globales de los Estados y de la
comunidad internacional. Pero también hay problemas como el agua, que tienen dimensiones
ambientales, sociales, económicas, distributivas y políticas, que plantean
desafíos a los gobiernos nacionales y
locales.
“La provisión de agua permaneció
relativamente constante durante mucho tiempo, pero ahora en muchos lugares la
demanda supera a la oferta sostenible, con graves consecuencias a corto y largo
término” (No. 28). De ahí que la disputa por el agua se ha convertido ya en
causa de múltiples conflictos a nivel planetario.
Dice además el Papa que “mientras
se deteriora constantemente la calidad del agua disponible, en algunos lugares
avanza la tendencia a privatizar este recurso escaso, convertido en mercancía
que se regula por las leyes del mercado” (No. 30).
Francisco enfatiza en la encíclica
que el actual sistema mundial es insostenible (No. 61) y hay que tener la
disposición de cambiar de estilo de vida, producción y consumo; a la vez que
anima a la creación de un sistema normativo que asegure la protección de los
ecosistemas.
2. EVANGELIO DE LA
CREACIÓN
El Papa Francisco titula el
segundo capítulo de la encíclica Laudato
si, el Evangelio de la Creación. Resalta que las convicciones de la fe
ofrecen a los cristianos y a otros creyentes, grandes motivaciones para el
cuidado de la naturaleza, así como de los más frágiles. Después de crear al ser
humano, los relatos bíblicos nos dicen que “Dios vio todo lo que había hecho y era
muy bueno” (Gn 1,31).
Aunque se haya malinterpretado el
relato del Génesis que invita a “dominar la tierra” (Gn 1,28); lo cierto es que
también nos invita a “labrar y cuidar” este hermoso jardín (Gn 2,15). Como
seres creados a imagen y semejanza de Dios, tenemos la tremenda responsabilidad
de administrar estos bienes otorgados por Él.
En su reflexión teológica,
Francisco ofrece una amplia guía de los escritos bíblicos que desde el Antiguo
Testamento, nos llevan a comprender el valor de la tierra más allá que una
simple cosa. “La naturaleza suele entenderse como un sistema que se
analiza, comprende y gestiona, pero la creación sólo puede ser entendida
como un don que surge de la mano abierta del Padre de todos” (76). Por ello,
todos los seres del universo conformamos una especie de familia, en comunión,
que nos mueve a un respeto sagrado (89).
En Jesús, se realiza ese vínculo
divino con la creación. Los diálogos con sus discípulos, las parábolas, el
recorrido por los campos, muestran esa armonía con lo creado. A partir de la
encarnación, el misterio de Cristo se manifiesta con humildad en el conjunto de la realidad natural, para llevarla a la plenitud.