Por: Rigoberto Pitti (publicado en www.panoramacatolico.com, el 6 de junio de 2015).
Frente a la danza de millones que
han ido a parar a exfuncionarios de gobierno, el pueblo cristiano se siente indignado,
toda vez que subsisten estructuras que mantienen condiciones de desigualdad en
el país y en muchas partes del mundo.
El Papa Francisco en la encíclica
Evangelii Gaudium, nos recuerda que
debemos ser “dóciles y atentos para escuchar el clamor del pobre y socorrerlo”
(187). Si no escuchamos ni atendemos ese clamor estamos fuera de la presencia
de Dios y cometiendo un grave pecado social (Dt 15,9). La falta de solidaridad
afecta nuestra relación con Dios, ya que Él escucha ese clamor y nosotros, que
somos sus instrumentos, tenemos el compromiso de crear las condiciones para que
todos tengan vida en abundancia.
La Iglesia universal ha
reconocido esta exigencia, por lo que todo el que se llame cristiano católico
está en la obligación de participar de esta misión. Esta tarea se debe enfocar
en dos escenarios: por un lado, hay que socorrer a nuestros hermanos más pobres
con obras concretas de caridad; pero también colaborar en la eliminación de las
causas estructurales de la pobreza y la promoción del desarrollo integral de
los grupos más vulnerables.
Esa fue la misión del padre mártir Héctor Gallegos a quien recordamos el 9 de junio, un misionero que se
internó en las montañas de Santa Fe de Veraguas para encarnar a Cristo en medio
del pueblo sufriente. Su testimonio y martirio deben animar a los cristianos de
hoy para que sigamos aportando a la construcción de un Reino de justicia y de
paz.
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