Por Rigoberto Pitti B. (Publicado en www.panoramacatolico.com, domingo 31 de mayo de 2015).
“Por
nuestra realidad corpórea, Dios nos ha unido… estrechamente al mundo que nos
rodea”. Así se refiere el papa Francisco a la relación entre el ser humano
y la naturaleza en Evangelii Gaudium,
No. 215-216. Esta relación implica que la fragilidad de la tierra, del agua, de
las plantas y los animales; es una amenaza para nuestra propia especie.
La explotación indiscriminada de los
recursos que nos ha regalado el Creador, así como los intereses económicos de
algunos empresarios inescrupulosos, están llevando a nuestro mundo a profundas
crisis que afecta la vida presente y la de futuras generaciones.
El interés económico de unos pocos no
debe ser superior al bien común y al destino universal de los bienes. “Todos los demás derechos, comprendidos en
ellos los de propiedad y comercio libre, están subordinados (al destino
universal de los bienes): no deben estorbar, antes al contrario, facilitar su
realización” (Populorum Progressio,
22).
Cuando los pobladores urbanos, ambientalistas,
indígenas y campesinos levantan protestas por el acceso al agua y en defensa de
la naturaleza, no es con el interés de causar conflictos, ni de hacer
prevalecer intereses particulares; sino el de conservar y cuidar la vida que de
todos.
Hay
unas condiciones favorables en el país para que se declare el derecho al agua
para uso doméstico como asunto de prioridad nacional. Los grupos de la sociedad
civil y muchas autoridades locales están a favor de esta política de Estado,
que debe implementarse con carácter de urgencia. En el amor de Dios, los
cristianos estamos llamados a cuidar la fragilidad del mundo en que vivimos.
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