martes, 16 de junio de 2015

NUESTRA CASA


Por: Rigoberto Pitti (Publicado en www.panoramacatolico.com, el domingo 21 de junio de 2015). 

Dos acontecimientos ocurridos en días pasados nos llenan de esperanza. El primero se refiere a una de las conclusiones de la reunión anual de los países más ricos del planeta (el G7), que acordaron reducir en las próximas décadas  sus emisiones de gases que provocan el efecto invernadero, para avanzar hacia un futuro global libre de carbono. Luego, nos alegramos con la publicación de la Encíclica Laudato si (Alabado seas), que acaba de publicar el Papa Francisco, cuyo tema central es el cuidado de nuestra casa común, el planeta Tierra.

En ambos casos, se hace un balance de la situación crítica, que Francisco llama fragilidad ecológica. Esta realidad la sufren especialmente los países menos desarrollados, donde se incrementan problemas relacionados con el acceso al agua, la pérdida de biodiversidad, el deterioro de la calidad de vida de las personas y las desigualdades a nivel planetario.

Laudato si, nos recuerda el tercer principio de la Doctrina Social de la Iglesia, de que hay una hipoteca social sobre el derecho a la propiedad. El medio ambiente, como un bien colectivo y como un patrimonio de la humanidad, está por encima de intereses particulares y todos debemos responsabilizarnos por su cuidado.


Como cristianos, estamos llamados a educarnos y cultivar una espiritualidad en armonía con el ambiente. Aprender que todo está relacionado. Que si le hacemos daño al planeta, nos hacemos daño a nosotros mismos y a las futuras generaciones. Esto implica cambiar nuestros estilos de vida. De una cultura del descarte y consumista, tenemos que cambiar a un estilo de vida centrado en el cuidado y la conservación de la naturaleza y de las cosas.

PROSPERIDAD CON EQUIDAD


Por: Rigoberto Pitti (Publicado en www.panoramacatolico.com, el domingo 14 de junio de 2015).

El gobierno de Panamá firmó los Mandatos emanados de la VII cumbre de las Américas realizado en abril pasado, cuyo lema era “Prosperidad con Equidad”. De ese compromiso, la sociedad civil y los actores sociales, nos comprometimos a monitorear y dar seguimiento para que se cumplan. Como cristianos, estamos llamados a sumarnos a esos esfuerzos.

Si hacemos un cálculo del dinero que se puede recuperar de los casos de corrupción que están en proceso y que suman más de tres mil millones de dólares, podemos incidir para que se resuelvan muchas de las situaciones de inequidad existentes en nuestra sociedad.

Hagamos un rápido ejercicio. Pensemos en lo que se puede resolver nada más con cien millones de dólares. Con ese dinero se podría solucionar el grave problema que enfrenta el Hospital Santo Tomás en cuanto a disponibilidad de camas, insumos para cirugías, dotación de medicamentos para las farmacias y mejoramiento de la infraestructura.

Con cien millones se podría reducir el déficit habitacional construyendo 2,857 viviendas familiares a un costo de 35,000 dólares. Se eliminaría el hambre de 10,583 niños reportados con desnutrición en el censo de 2010. Se podría reducir la pobreza de 450,000 panameños que viven con menos de un dólar al día. La mortalidad infantil calculada en un 18% se podría reducir a cero con tan sólo cuatro millones de dólares. 

En Panamá aún existen alrededor de doscientas escuelas rancho. Si el costo para una escuela de dos aulas fuera de 60,000 dólares, se podrían construir estas escuelas a un costo de doce millones de dólares.


La meta de la equidad está a unos pasos de realizarse. Sólo falta voluntad y decisión.

EL CLAMOR DEL POBRE


Por: Rigoberto Pitti (publicado en www.panoramacatolico.com, el 6 de junio de 2015). 

Frente a la danza de millones que han ido a parar a exfuncionarios de gobierno, el pueblo cristiano se siente indignado, toda vez que subsisten estructuras que mantienen condiciones de desigualdad en el país y en muchas partes del mundo.

El Papa Francisco en la encíclica Evangelii Gaudium, nos recuerda que debemos ser “dóciles y atentos para escuchar el clamor del pobre y socorrerlo” (187). Si no escuchamos ni atendemos ese clamor estamos fuera de la presencia de Dios y cometiendo un grave pecado social (Dt 15,9). La falta de solidaridad afecta nuestra relación con Dios, ya que Él escucha ese clamor y nosotros, que somos sus instrumentos, tenemos el compromiso de crear las condiciones para que todos tengan vida en abundancia.

La Iglesia universal ha reconocido esta exigencia, por lo que todo el que se llame cristiano católico está en la obligación de participar de esta misión. Esta tarea se debe enfocar en dos escenarios: por un lado, hay que socorrer a nuestros hermanos más pobres con obras concretas de caridad; pero también colaborar en la eliminación de las causas estructurales de la pobreza y la promoción del desarrollo integral de los grupos más vulnerables.


Esa fue la misión del padre mártir Héctor Gallegos a quien recordamos el 9 de junio, un misionero que se internó en las montañas de Santa Fe de Veraguas para encarnar a Cristo en medio del pueblo sufriente. Su testimonio y martirio deben animar a los cristianos de hoy para que sigamos aportando a la construcción de un Reino de justicia y de paz.

FRAGILIDAD ECOLÓGICA



Por Rigoberto Pitti B. (Publicado en www.panoramacatolico.com, domingo 31 de mayo de 2015).

Por nuestra realidad corpórea, Dios nos ha unido… estrechamente al mundo que nos rodea”. Así se refiere el papa Francisco a la relación entre el ser humano y la naturaleza en Evangelii Gaudium, No. 215-216. Esta relación implica que la fragilidad de la tierra, del agua, de las plantas y los animales; es una amenaza para nuestra propia especie.

La explotación indiscriminada de los recursos que nos ha regalado el Creador, así como los intereses económicos de algunos empresarios inescrupulosos, están llevando a nuestro mundo a profundas crisis que afecta la vida presente y la de futuras generaciones.

El interés económico de unos pocos no debe ser superior al bien común y al destino universal de los bienes. “Todos los demás derechos, comprendidos en ellos los de propiedad y comercio libre, están subordinados (al destino universal de los bienes): no deben estorbar, antes al contrario, facilitar su realización” (Populorum Progressio, 22).

Cuando los pobladores urbanos, ambientalistas, indígenas y campesinos levantan protestas por el acceso al agua y en defensa de la naturaleza, no es con el interés de causar conflictos, ni de hacer prevalecer intereses particulares; sino el de conservar y cuidar la vida que de todos.


Hay unas condiciones favorables en el país para que se declare el derecho al agua para uso doméstico como asunto de prioridad nacional. Los grupos de la sociedad civil y muchas autoridades locales están a favor de esta política de Estado, que debe implementarse con carácter de urgencia. En el amor de Dios, los cristianos estamos llamados a cuidar la fragilidad del mundo en que vivimos.

PRINCIPIOS EN LA JUSTICIA DE PAZ


Por Rigoberto Pitti B. (Publicado en www.panoramacatolico.com, el 24 de mayo de 2015). 

La Comisión de Nacional de Justicia y Paz apoya los esfuerzos que están realizando diversas organizaciones de la sociedad civil para el establecimiento de una nueva administración de justicia comunitaria que reemplace las actuales corregidurías. Con ese fin explicamos a continuación los principios básicos en los que se sustenta la propuesta de ley, que esperamos sea aprobada en este período de gobierno:

Diversidad Cultural: Se entiende como la aplicación de la ley respetando las condiciones étnicas y culturales de los involucrados.

Eficacia y celeridad procesal: se refiere a la atención y abordaje de conflictos de manera rápida.

Informalidad: se buscará que los trámites y procedimientos sean sencillos, accesibles y de fácil comprensión por parte de los usuarios del nuevo sistema. La representación legal de un abogado no será necesaria.

Equidad: se partirá del derecho humano que asiste a cada una de las partes, garantizando que haya equilibrio durante las controversias.

Gratuidad: toda persona que requiera este tipo de asistencia de la justicia comunitaria tendrá acceso sin costo alguno.

Independencia: Los acuerdos internacionales, la Constitución y las leyes nacionales serán los garantes del ejercicio de la justicia de paz.

Imparcialidad: los encargados de impartir justicia le otorgarán igual trato procesal a las partes en conflicto, siempre sujetos a las leyes.

Oralidad: los procesos serán realizados de manera oral, a cargo de quien resuelva la controversia.

Rendición de Cuentas: los responsables deben dar informes periódicos, tanto a las autoridades como a la comunidad, sobre la gestión, manejo y procesos realizados.


Transparencia: toda información relacionada con este sistema debe estar accesible y a los ciudadanos.

JUSTICIA DE PAZ


Rigoberto Pitti, publicado en www.panoramacatolico.com, el 17-mayo-2015).  

La justicia y la paz se besan” (Salmo 84, 11).

Cuando nos preguntamos lo que pasa en las corregidurías, nos percatamos que la administración de la justicia comunitaria ha estado en crisis desde hace mucho tiempo. Normativa obsoleta, infraestructura inadecuada, personal a cargo sin las competencias técnicas apropiadas, arbitrariedades y abusos, son sólo algunos ejemplos de la situación.

Desde el año 2005 ciudadanos y organizaciones de la sociedad civil panameña han estado promoviendo un cambio en la legislación de administrar justicia a nivel comunitario. 

Durante ese período de gobierno se acordó iniciar un proceso de cambios, que diera lugar a una justicia administrativa fundamentada en la paz, la conciliación y la mediación. Sin embargo, el anteproyecto de ley, que fue presentado a la Asamblea de Diputados en distintos períodos (2008, 2010 y 2014), se ha mantenido en el olvido.

Se necesita con urgencia una política de seguridad ciudadana integral, que incluya cambios profundos en la legislación. Debemos pensar en administradores de justicia como jueces de paz, conciliadores y mediadores, con principios, valores y competencias adecuados a las exigencias del momento.

La Justicia de Paz, como está planteada en el anteproyecto de ley, se propone como un sistema de justicia local accesible, expedito, viable y efectivo. Conllevaría una serie de principios orientadores como: el respeto a la diversidad, eficacia y celeridad procesal, informalidad, equidad, gratuidad, independencia, imparcialidad, oralidad, rendición de cuentas y transparencia.

Animamos a los ciudadanos preocupados por la situación de administración de justicia en las comunidades a que conozcan y apoyen esta iniciativa que pretende cambiar la cultura del castigo y de la violencia, por una nueva cultura basada en el diálogo y la paz.