Por: Rigoberto Pitti (Publicado en www.panoramacatolico.com, el domingo 21 de junio de 2015).
Dos acontecimientos ocurridos en
días pasados nos llenan de esperanza. El primero se refiere a una de las
conclusiones de la reunión anual de los países más ricos del planeta (el G7),
que acordaron reducir en las próximas décadas sus emisiones de gases
que provocan el efecto invernadero, para avanzar hacia un futuro global libre de carbono.
Luego, nos alegramos con la publicación de la Encíclica Laudato si (Alabado seas), que acaba de publicar el Papa Francisco,
cuyo tema central es el cuidado de nuestra casa común, el planeta Tierra.
En ambos casos, se hace un balance de la
situación crítica, que Francisco llama fragilidad ecológica. Esta realidad la
sufren especialmente los países menos desarrollados, donde se incrementan
problemas relacionados con el acceso al agua, la pérdida de biodiversidad, el
deterioro de la calidad de vida de las personas y las desigualdades a nivel
planetario.
Laudato
si, nos recuerda el tercer principio de la Doctrina Social de la Iglesia,
de que hay una hipoteca social sobre el derecho a la propiedad. El medio
ambiente, como un bien colectivo y como un patrimonio de la humanidad, está por
encima de intereses particulares y todos debemos responsabilizarnos por su
cuidado.
Como cristianos, estamos llamados a
educarnos y cultivar una espiritualidad en armonía con el ambiente. Aprender
que todo está relacionado. Que si le hacemos daño al planeta, nos hacemos daño
a nosotros mismos y a las futuras generaciones. Esto implica cambiar nuestros
estilos de vida. De una cultura del descarte y consumista, tenemos que cambiar
a un estilo de vida centrado en el cuidado y la conservación de la naturaleza y
de las cosas.