viernes, 16 de diciembre de 2016

NAVIDAD SIN JESÚS


Por: Rigoberto Pitti Beitia

Tal vez usted no se ha dado cuenta que cada fin de año se habla menos del nacimiento de Jesús y más de Santa Claus, o de la magia de la navidad, o del espíritu de la navidad. Esto no es casual. 

Desde hace algún tiempo, la élite comercial nos va modelando el tipo de celebración que debemos tener para fin de año. Una fiesta alrededor de un arbolito importado. Una comida con productos importados, llámense carnes, frutas, bebidas. Regalos tecnológicos que nos aíslan de familiares y vecinos cercanos. Y el colmo de todo, muchas veces dejamos de ir a la iglesia, nos olvidamos de orar en familia y hasta de poner al Niño Dios en el pesebre. Hay algunos a quienes no les interesa que conozcamos del verdadero sentido de la Navidad. 

El nacimiento de Jesús es la encarnación del Hijo de Dios en la Tierra. Jesús siendo Dios, se abajó para que los humanos pudiéramos llegar a la plenitud de la vida divina. Y no lo hizo de cualquier manera. Se hizo el más humilde de los hombres. Naciendo en un establo y no en una cuna de oro; viviendo de una manera sencilla y pobre, para mostrarnos que la grandeza de Dios no está en tener, sino en ser.

Cuando estemos celebrando estos días, tomemos unos minutos para agradecer a Dios por mostrarnos el camino hacia Él y hagamos el propósito de ser menos mundanos. “Esta mundanidad asfixiante se sana tomándole el gusto al aire puro del Espíritu Santo, que nos libera de estar centrados en nosotros mismos, escondidos en una apariencia religiosa vacía de Dios” (Papa Francisco, Evangelii gaudium, 2013, 97).

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