miércoles, 15 de julio de 2015

LAUDATO SI


(Publicado en www.panoramacatolico.com, Panamá, los días 28 de junio, 5 y 12 de julio de 2015, en la Columna de Justicia y Paz, página 14).

Alabado seas, mi Señor”. Así comienza la encíclica ecológica del Papa Francisco, inspirado en el cántico de San Francisco de Asís a todas las criaturas. En esta ocasión es un llamado urgente a todos los habitantes del planeta, debido al deterioro ambiental global de nuestro tiempo.

Francisco, en el No. 15, señala que “esta Carta encíclica… se agrega al Magisterio social de la Iglesia”; por lo que la Comisión de Justicia y Paz, compartirá a partir de ahora en este espacio y en los demás medios de comunicación disponibles, aquellos aspectos más relevantes del documento.
Una mirada general de la encíclica nos lleva a reflexionar sobre el desafío urgente de proteger “nuestra casa común”, la necesidad de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral; a impulsar un nuevo diálogo sobre el modo como estamos construyendo el futuro del planeta; y a pensar en una solidaridad universal nueva para reparar el daño causado por el abuso humano a la creación de Dios.


He aquí los ejes que atraviesan toda la encíclica: la relación íntima entre los pobres y la fragilidad del planeta, la convicción de que en el mundo todo está conectado, la crítica al nuevo paradigma y al poder de la tecnología, la invitación a buscar otros modos de entender la economía y el progreso, el valor propio de cada criatura, el sentido humano de la ecología, la necesidad de debates sinceros y honestos, la grave responsabilidad de la política internacional y local, la cultura del descarte y la propuesta de un nuevo estilo de vida.

1. ¿QUÉ ESTÁ PASANDO?

La encíclica Laudato si, nos lleva en su primera parte a hacer un profundo análisis de lo que está pasando actualmente en nuestro planeta. Temas como el calentamiento global, la contaminación, la basura y la cultura del descarte, la cuestión del agua, la pérdida de biodiversidad, el deterioro de la calidad de la vida humana, la decadencia social y la inequidad planetaria; son sólo algunas de las preocupaciones más importantes.

Hay problemas globales como el cambio climático que ameritan respuestas globales de los Estados y de la comunidad internacional. Pero también hay problemas como el agua, que tienen dimensiones ambientales, sociales, económicas, distributivas y políticas, que plantean desafíos  a los gobiernos nacionales y locales.

“La provisión de agua permaneció relativamente constante durante mucho tiempo, pero ahora en muchos lugares la demanda supera a la oferta sostenible, con graves consecuencias a corto y largo término” (No. 28). De ahí que la disputa por el agua se ha convertido ya en causa de múltiples conflictos a nivel planetario.

Dice además el Papa que “mientras se deteriora constantemente la calidad del agua disponible, en algunos lugares avanza la tendencia a privatizar este recurso escaso, convertido en mercancía que se regula por las leyes del mercado” (No. 30). 

Francisco enfatiza en la encíclica que el actual sistema mundial es insostenible (No. 61) y hay que tener la disposición de cambiar de estilo de vida, producción y consumo; a la vez que anima a la creación de un sistema normativo que asegure la protección de los ecosistemas.

2. EVANGELIO DE LA CREACIÓN

El Papa Francisco titula el segundo capítulo de la encíclica Laudato si, el Evangelio de la Creación. Resalta que las convicciones de la fe ofrecen a los cristianos y a otros creyentes, grandes motivaciones para el cuidado de la naturaleza, así como de los más frágiles. Después de crear al ser humano, los relatos bíblicos nos dicen que “Dios vio todo lo que había hecho y era muy bueno” (Gn 1,31).

Aunque se haya malinterpretado el relato del Génesis que invita a “dominar la tierra” (Gn 1,28); lo cierto es que también nos invita a “labrar y cuidar” este hermoso jardín (Gn 2,15). Como seres creados a imagen y semejanza de Dios, tenemos la tremenda responsabilidad de administrar estos bienes otorgados por Él.

En su reflexión teológica, Francisco ofrece una amplia guía de los escritos bíblicos que desde el Antiguo Testamento, nos llevan a comprender el valor de la tierra más allá que una simple cosa. “La naturaleza suele entenderse como un sistema que se analiza, comprende y gestiona, pero la creación sólo puede ser entendida como un don que surge de la mano abierta del Padre de todos” (76). Por ello, todos los seres del universo conformamos una especie de familia, en comunión, que nos mueve a un respeto sagrado (89).

En Jesús, se realiza ese vínculo divino con la creación. Los diálogos con sus discípulos, las parábolas, el recorrido por los campos, muestran esa armonía con lo creado. A partir de la encarnación, el misterio de Cristo se manifiesta con humildad en el conjunto de la realidad natural, para llevarla a la plenitud.